Foto: Humberto Morales

La rebelión de Carol

Ophir Alviárez

Libertad es la palabra con la que se asocia a Carol Prunhuber, quien en este libro se convierte en testigo de momentos cruciales en el complejo conflicto político que aún hoy impacta al pueblo kurdo en sus luchas de liberación.

«La luna de la tarde pasa por mi frente y dice Estás soñando.
Y cambia las cosas de lugar.»

Marosa di Giorgio


Una persona libre cuenta su propia historia, afirma Rebecca Solnit en alguna parte y esa es la sensación que habita en De Venezuela al Kurdistán, crónicas de un destino (Kalathos, 2025) aunque parezca paradójico, ya que el tema que lo convoca, representa justamente la lucha de unos pocos por otorgarle a un pueblo un mínimo de autonomía y determinación. No obstante, libertad es la palabra con la que asocio a Carol Prunhuber quien en este libro deja de ser la biógrafa que recoge con distancia los acontecimientos que marcaron la vida de Abdul Rahmán Ghasemlú, el líder kurdo más importante de los años 80 para ser la testigo que estuvo allí, la amiga que compartió momentos cruciales con las personalidades más importantes de un complejísimo conflicto político que aún hoy impacta a los kurdos. La misma libertad que se permite Carol al dejar atrás la tercera persona que usó antes para narrar y honrar a su amigo, la que tiene para afianzarse en los caminos del yo desde donde se enuncia y comparte la profunda experiencia de una muy joven escritora que, por azares de un destino directamente relacionados con su voluntad, la llevó a vincularse no sólo con Ghasemlú sino con Yilmaz Güney, el director de cine sensación en Cannes en 1982, donde comienza esta aventura.

Esa valentía que la empujó a las montañas del Kurdistán en un viaje que seguimos a través de sus ojos, de las anécdotas con la que nos conduce por cimas maravillosas, terrenos agrestes y experiencias profundas y muy enriquecedoras. Carol ya no es una voz heterodiegética, no relata los hechos desde afuera, sino que —calzada en unos zapatos que podrían también ser una alfombra mágica— nos cuenta por encima de todo del valor de la amistad.

Con una prosa limpia la autora nos sumerge en escenarios disímiles e inimaginables que —de manera diestra—dibuja con palabras. La vemos glamorosa en un palacio francés o cabalgando furiosamente con un peshmerga en el corazón del Zagros para después luchar contra la fiebre tifoidea que pescó durante la travesía y, más adelante, ahogar las lágrimas ante féretros de gente querida. Carol no se amilana y acompaña, atestigua, se despoja de las formalidades de la periodista y humana, —muy humana—, se convierte en confidente, compañera, mano derecha, traductora, solidaria y siempre amiga. El asombro, la admiración y el respeto son una constante en la escritura. La complicidad que establece con cada uno de los personajes a los que dedica capítulos enteros es lo que conduce al lector a través de los recuerdos que se sostienen en la prosa depurada.

La escritura es entonces un acto de lucidez, un viaje hacia esa memoria que no es solo obsesión sino conciencia social. Un texto que no derrocha en tecnicismos pues se asienta en la frescura narrativa que le permite alcanzar altos niveles y con ello, la permanencia de su eco anecdótico. Carol —la aventurera—, evoca y concluye un ciclo al que dedicó —además de años— muchas, pero muchas letras. La rebelión de la autora —volviendo a la Solnit—, es sellar con un magnífico libro una etapa que la ocupó varios decenios contándose —y contándonos—desde la madurez de una mujer que sabe escribir, que lo hace muy bien y ahora se afianza en una obra crucial en la que pone sobre la mesa eventos que —sin duda— seguirían disueltos en la vorágine del mundo actual debido a la escasa cobertura mediática, la compleja situación político-geográfica y los intereses de las grandes potencias y los regímenes autoritarios de la región que han sido obstáculos para que la causa de un pueblo —otro; que no por distante le es ajeno—, adquiera la relevancia que amerita en la agenda internacional.

 

Publicado en: Trópico Absoluto el 5 de abril, 2025.
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De Venezuela al Kurdistán
Carol Prunhuber y Abdul Rahmán Ghasemlú, Madrid, 1988 © Carol Prunhuber


El 17 de julio de 1989 a las 9 de la mañana crucé el umbral del Instituto Kurdo de París para asistir a un velorio. Tan pronto di un paso en el patio, un torbellino me arrasó. Cinco años antes había estado en el mismo lugar para el funeral del cineasta Yilmaz Gǘney, que también era mi amigo. Pero esa mañana de julio no había uno sino dos ataúdes; y en ellos el cuerpo inerte de Abdul Rahmán Ghasemlú, lider kurdo y el de Abdulá Ghaderí, su asistente. La historia reverberaba como un eco infinito, el aire seco no me dejaba respirar, el dolor me quebraba.

En 1979, tras terminar la carrera en la Escuela de Letras en Caracas, partí hacia Francia para realizar estudios superiores de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de París. Tres años después, estaba en el segundo año del doctorado, acababa de terminar una pasantía en la revista cultural de la UNESCO y comenzaba otra en el departamento de edición de videos. Poco antes, decidí ir al Festival de Cine en Cannes siguiendo a mi amiga Etna Mijares que tenía un proyecto para una película. Le comenté a mi jefe que estaba buscando hotel en Cannes, pero no había nada disponible y para mi sorpresa dijo que tenía un apartamento que estaba libre y me lo podía alquilar. Conseguir alojamiento en esas fechas era casi imposible y, como por arte de magia, lo logramos. Empezaron así las señales de lo que sería mi destino.

—Tomado de: De Venezuela al Kurdistán, crónicas de un destino

 

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España y Portugal: casadellibro.com y amazon.es
Otros países: amazon.com

Disponible para Kindle

 



"De Venezuela al Kurdistán, crónicas de un destino"

Kálatos ediciones
España
2025

Fragmentos del libro ‹De Venezuela al Kurdistán, crónicas de un destino›. Carol Prunhuber (Caracas, 1956) relata su travesía junto a los peshmergas kurdos a través de las montañas del Kurdistán, entre Irak e Irán.

LEER FRAGMENTOS

De Venezuela al Kurdistán


“Siendo aún muy joven, Carol Prunhuber formó parte de los primeros periodistas occidentales en ir al Kurdistán y escribir sobre ese pueblo. Ahora nos cuenta cómo conoció en el Festival de Cannes a Yilmaz Güney, director de cine turco de origen kurdo, y más tarde a Abdul Rahmán Ghasemlú, líder de la resistencia contra el ayatolá Jomeini. Nos narra sus aventuras, experiencias y reflexiones tras viajar al corazón de las montañas kurdas. Este libro rinde homenaje a Güney y a Ghasemlú, que luchó por el reconocimiento de su pueblo e intentó rescatarlo del olvido y el abandono."

Manuel Martorell
Periodista especializado en Oriente Medio</p>

De Venezuela al Kurdistán