Italo Calvino
Italo Calvino con su hija Giovanna en los años 60. Foto: http://www.noteverticali.it

Italo Calvino el conferencista ausente

Poco tiempo antes de morir, Italo Calvino, uno de los grandes escritores italianos contemporáneos preparaba unas conferencias que dictaría en la Universidad de Harvard, que ya están a la disposición de los lectores del castellano.

El Diario de Caracas, 14 de mayo, 1989, Caracas.

 

Seis propuestas para el próximo milenio, Editorial Siruela, España, 1989.

En 1984, la Universidad de Harvard invitó a Italo Calvino a dar un ciclo de seis conferencias, en la cátedra de “Charles Eliot Norton Poetry Lectures”, durante el año académico 1985-86. Estas conferencias, que comenzaron en 1926, habían contado con la presencia de figuras como Igor Stravinski, T. S. Eliot y Jorge Luis Borges. La elección del tema era libre. “Esta libertad fue el primer problema que Calvino tuvo que afrontar, convencido como estaba de que la constricción es fundamental para la creación literaria”, señala Esther Calvino. Una vez que definió el tema a tratar, “algunos valores literarios que deberían conservarse en el  próximo milenio”, se dedicó de forma obsesiva a la preparación de estas conferencias. Una semana  antes de partir a Estados Unidos había escrito cinco propuestas: Levedad, Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad. La sexta Consistency (consistencia, coherencia) que trataría sobre el “Bartleby” de Melville quedó inconclusa: la muerte lo sorprendió el 19 de septiembre de 1985.
Con este involuntario testamento literario, la prestigiosa editorial Siruela abre una nueva colección llamada “Libros del Tiempo”. Estas “Seis propuestas…¨perfilan una estética, una idea de la literatura y los valores que, Calvino pensaba, serían indispensables para que la literatura pudiese resistir en el futuro, los embates de lo audiovisual. En su recorrido por las leyendas populares, la mitología, la antropología, la ciencia, pasa de la literatura clásica a la contemporánea: Ovidio, Lucrecio, Cavalcanti, Dante hasta Leopardi, Joyce, Valéry, Montale, Flaubert o Gadda. Calvino, en estas páginas, revela no sólo al apasionado escritor que es, sino al lúcido lector que demuestra su fe en el futuro de la literatura que consiste en saber que hay cosas que sólo ella con sus medios específicos, puede dar.

Una visión plural del mundo

A Calvino, en el  umbral de este milenio le preocupa la degradación del  lenguaje, la palabra vaga que diluye los significados y no se dirige al conocimiento. En la “Multiplicidad” afirma su pasión por el conocimiento, necesaria para la novela contemporánea como enciclopedia, “como red de conexiones entre los hechos, entre las personas, entre las cosas del mundo”. El desafío de la literatura está en abarcar todos los saberes y presentar una visión plural del mundo. Para ello, es necesaria la “excesiva ambición de propósitos”. Porque “la literatura sólo vive si se propone objetivos desmesurados, incluso más allá de toda posibilidad de realización”. Aun cuando acepta la incapacidad de asir el mundo y la imposibilidad de la obra total, sueña con una “obra concebida fuera del Self, una obra que permitiese salir de la perspectiva limitada de un yo individual, no sólo para entrar en otros yoes, semejantes al nuestro, sino para hacer hablar a lo que no tiene palabra…”.

La Levedad no es frivolidad

La “Levedad” aparece como “reacción al peso de vivir”, es la capacidad de elevarse y contemplar desde “otra óptica” el mundo.  No dejarse arrastrar por lo que ancla la imaginación y dejar que la literatura se levante liviana, derrotando así a la muerte: “La muerte corporal es vencida por quien se eleva a la contemplación universal a través de la especulación del intelecto”. El símbolo que escoge para representar esta levedad es “el ágil, repentino salto del poeta filósofo que se lanza sobre la pesadez del mundo, demostrando que su gravedad contiene el secreto de la levedad, mientras que lo que muchos consideran la vitalidad de los tiempos, ruidosa, agresiva, piafando y atronadora, pertenece al reino de la muerte, como un cementerio de automóviles herrumbrosos”. La levedad del pensar no tiene que ver con lo débil ni con lo frívolo, todo lo contrario, ante la levedad del pensar, la frivolidad puede parecer “pesada y opaca”. La levedad se crea con la escritura, la asocia a la precisión y a la determinación, y no a la vaguedad ni al azar. De los ejemplos de la literatura, Calvino pasa a la mitología y a los cuentos populares con sus héroes, chamanes, sacerdotes o brujos para demostrar cómo estos personajes logran transformar una “privación padecida” en un salto leve que los transporta a través de los aires, anulando las distancias y los espacios.
Asocia la Rapidez a las técnicas de narración de los folk tales o fairy tales (cuentos de hadas). La tradición oral, a través de un objeto mágico logra tejer con economía, ritmo y una lógica esencial la narración. Se interesa por la relación que existe entre la velocidad física y la mental en cuanto despierta una idea de infinito. Quizá la elección, como lema, del viejo dicho latino, festina lente (apresúrate despacio) sea la ilustración más precisa de su concepto de rapidez

La  peste del  lenguaje

La creciente utilización negligente y casual del lenguaje, lo lleva a defender el valor de la “Exactitud”. Ante esa tendencia en el lenguaje a “diluir los significados” y a “nivelar la expresión en sus formas genéricas”, él propone la literatura como la única capaz de “crear anticuerpos que contrarresten la expansión de la peste del lenguaje”. Las imágenes, por culpa de los media, (los medios) también han perdido consistencia; están carentes de forma y de significado. Pero esta “inconsistencia” no sólo está en el  lenguaje y en las imágenes: “Está en el mundo”. Todo se ha vuelto casual, confuso e informe. “Mi malestar se debe a la pérdida de forma que compruebo en la vida, a la cual trato de oponer la única defensa que consigo concebir: una idea de la literatura”. Y como contrario a esta idea elige a Leopardi, quien sostenía que el lenguaje es más poético cuanto más vago e impreciso. Mas este poeta, dice Calvino, llega a lo vago y a lo indeterminado, mediante una atención precisa y meticulosa de los detalles: es decir, con exactitud. En su búsqueda de la exactitud, confiesa que su camino se bifurca en dos direcciones: una que se lanza a llenar las páginas de palabras, buscando expresar la densidad y continuidad del mundo; la otra que se despliega por el espacio mental de una racionalidad incorpórea buscando la esencialidad de la información. “La palabra une la huella visible con la cosa invisible, con la cosa ausente, con la cosa deseada o temida, como un frágil puente improvisado tendido sobre el vacío”. El uso justo del lenguaje está en acercarse a las cosas con discreción y cautela y, con respeto hacia lo que comunican las cosas sin palabras.
Para Calvino, la “Visibilidad” es una de las facultades humanas fundamentales que está en peligro: el poder de evocar imágenes en ausencia del objeto se está perdiendo. Esta “civilización de la imagen”, inundada por el diluvio de estas mismas, ha cubierto la memoria de capas donde las figuras son incapaces de cobrar relieve y significado. Y dentro de ese mundo atiborrado de imágenes prefabricadas se pregunta, qué pasará en el año 2000 con la novela y la literatura fantástica.