P.D. JamesP.D. James. Foto: www.bbc.co.uk

P.D. James: La reina del crimen

Telva, 1988, Madrid.

Aunque el crimen es –¡menos mal! – un fenómeno esencialmente masculino las mujeres han sido tradicionalmente unas excelentes escritoras de novela negra y policiaca. La británica P. D. James es una de ellas. Tiene 67 años, dos hijas y cinco nietos y ha escrito nueve novelas en 25 años. La última –Sabor a muerte–  se ha convertido en un bestseller en los países de lengua inglesa. Por supuesto –esto se cuida mucho en el Reino Unido–  fue condecorada en 1983 con la Orden del Imperio Británico.

De nuevo una típica dama inglesa se ha convertido en «la reina de la muerte». P.D James no es sólo la digna sucesora de Conan Doyle y Agatha Christie, sino la principal artífice del actual resurgimiento de la novela policiaca. P. D. James levanta de las cenizas las olvidadas historias de detectives, no sólo investigando los crímenes que pululan en las ciudades, sino también sumergiéndose en los oscuros abismos de la insondable psique humana.

Phillis Dorothy James nació en Oxford el 3 de agosto de 1920, la mayor de tres hermanas. De su padre heredó el amor por la música y de su madre su espíritu alegre y la fe anglicana. En Cambridge, estudió en la escuela secundaria para señoritas hasta los 16 años y tuvo que abandonarla por falta de recursos económicos. James fue enfermera de la Cruz Roja durante la II Guerra Mundial. En 1941 se casó con Connor White, estudiante de Medicina, posteriormente destinado a la India en el Royal Army Medical Corps (Cuerpo Real de Médicos). White regresó enfermo. James tuvo que ponerse a trabajar en la Seguridad Social británica, encargada de los pabellones psiquiátricos. En 1968 entró en el Home Office (Ministerio del Interior), primero en el servicio forense del departamento de Policía y luego en el departamento de Criminología.

ESCRITORA A TIEMPO PARCIAL

Empezó su carrera literaria a los 39 años, robándole horas al sueño. Se levantaba a las seis de la mañana para escribir durante dos horas antes de salir a trabajar. «No quería tener que decir a mis nietos algún día que siempre quise ser escritora», explica. Continuó ese ritmo de trabajo y  escritura hasta los 59 años, cuando se jubiló del Home Office. Desde entonces se dedica enteramente a sus novelas, intentando aportar algo nuevo al género de la novela policiaca.

UNA ESTRUCTURA DIFICIL

¿Por qué decidió ser escritora de novelas policiacas?
Siempre quise ser escritora desde que tenía siete u ochos años. Pero cuando empecé a escribir novelas policiacas no pensé que continuaría en el género. Siempre me gustaron las historias de detectives, en particular las de Dorothy L. Sayers, escritora erudita de Oxford. Pero hay dos razones principales: primero, me gusta la construcción en la novela, y las historias de detectives tienen una estructura que presenta dificultades técnicas. Segundo, como yo quería ser una novelista seria, consideré que esta forma sería un buen camino para lograrlo. Podía ceñirme a la historia de detective y además explicar cómo es la sociedad en que vivimos.

Mantiene la forma clásica de la novela policiaca inglesa, hay un orden que la muerte destruye, pero una vez capturado el culpable todo regresa al orden inicial.
No, en mis novelas a diferencia de Agatha Christie, por ejemplo, al final no se restaura el orden. Por el contrario, todo ha cambiado. A menudo, sufren más los inocentes que los culpables. Pero sí hay una solución: la prueba de que vivimos en un universo racional y comprensible.

EL CRIMEN ES MASCULINO

¿Cómo se siente una escritora tan popular dentro de un mundo tan masculino como es el del crimen?
Es interesante que existan tantas buenas escritoras de novela policiaca cuando el crimen es esencialmente un fenómeno masculino. Según las estadísticas criminales inglesas, publicadas anualmente, los hombres entre 17 y 23 años cometen muchos más crímenes que las mujeres. En general, a la novela policiaca lo que le interesa son las emociones y las razones que conducen al crimen, más que la muerte en sí. Mi caso es inusual, a mí también me cautiva la muerte como muerte y la describo con vivacidad. Me interesa el efecto que produce la muerte violenta en un grupo de gente que ha estado en contacto con ella. En mi última novela, Sabor a muerte, todas las personas, incluso los testigos casuales, sufren un cambio radical en sus vidas por el solo hecho de haber estado cerca del lugar del crimen.

¿En Sabor a muerte, sin ser feminista, hay una reivindicación del papel de la mujer en la sociedad?
Mi intención no fue la de escribir una novela feminista, no soy una escritora didáctica. Pero se me presentó la situación. Mi protagonista, jefe de Scotland Yard, necesita incorporar a una mujer a su equipo. En mi novela, es la inspectora Kate Miskin quien consigue la información más valiosa. Pero en su vida privada Kate tiene problemas que los hombres generalmente no tienen: la responsabilidad humana y doméstica. Ella debe decidir entre su trabajo u ocuparse de su abuela. Y esto le produce fuertes tensiones.

¿Qué piensa usted de ese dilema tan femenino?
Es un problema inevitable y a menudo no se puede hacer nada. Es Inherente a la naturaleza de la mujer. Si una mujer profesional quiere tener un hijo tiene que ocuparse de él. Si tiene suerte empleará a una niñera o una enfermera. La comunidad debe facilitarle las cosas a la mujer, por ejemplo, con más guarderías, etc. En la época de nuestras abuelas la situación era diferente. En las sociedades occidentales las abuelas no tienen un lugar y los padres pasan de una au-pair a otra para que se ocupe de sus hijos. Es triste.

PD James
P.D. James. Foto: www.entrelineas.org

 

 

 


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