Viena, nacimiento de un siglo

Viena, nacimiento de un siglo: Una exposición para la historia

Criticarte,  13 de junio, 1986, Caracas.

El tránsito de la ciudad de 1880 a 1938, está magníficamente expuesto en el Centro Georges Pompidou de París. Muestra no sólo el resplandor, sino también los conflictos y contradicciones de la monarquía austro-húngara. Los organizadores tardaron seis años para montar la muestra en más de veinte salas del Centro.

La lenta muerte de la Viena de comienzos de siglo y la virulenta llegada del nazismo terminó por expulsar a su “intelligentsia” al exilio. Este tránsito de 1880 a 1938 está magníficamente expuesto, en un total de 21 salas, en el Centro “Georges Pompidou” de París. Dedicada a una ciudad y su contribución a la cultura de un siglo, muestra no sólo el resplandor sino también los conflictos y contradicciones de la monarquía austro-húngara. Seis años fueron necesarios para montarla. Conseguir todas las obras significó un largo trabajo y sólo fue posible gracias a las instituciones austríacas Belvedere, Albertina  y el Museo Histórico de Viena al igual que los museos de Nueva York, Ottawa y Praga.

A través de los cuadros, libros, revistas, fotos, maquetas, muebles, objetos y la reconstrucción de un café vienés podemos revivir el comienzo de la decadencia del imperio de los Habsburgo. La Viena que encontramos ha sido humillada en 1866  con la derrota en Sadowa ante Prusia. El sentimiento de fracaso del Imperio está en el aire, sobre todo frente a las pugnas nacionales y al deseo de poder y expansión de la Alemania imperial. Los vieneses tienen conciencia de la ruptura de su civilización.

En la Viena Imperial surge el psicoanálisis con Freud, la ciencia moderna de Mach y Boltzmann, el positivismo lógico de Wittgenstein y los representantes del círculo de Viena, la música atonal y dodecafónica de Zemlinsky, Schönberg y su grupo, la arquitectura funcional de Adolf Loos, el sionismo de Herzl, el austro-marxismo de Friederich Max y Victor Adler, la economía moderna de Karl Menger, Schumpeter y Hayek y el nazismo de Hitler. Umbral de la modernidad, Viena cultivó el sentido de lo Bello, la estética y la fuga interior hacia el yo inasible, única forma de resistir a la crisis de cohesión social, como lo hizo Hoffmanstal en la literatura y Klimt en la pintura. En cambio, otros buscaron la Verdad como salida frente al desmoronamiento del Imperio y de la cultura clásica del individuo.

La primera sala nos sitúa en 1880, en el Ringstrasse, proyecto de desarrollo urbano vienés concebido para que los profesionales liberales y los ricos pudiesen proyectar su orden y principios culturales en un espacio bien delimitado. Otto Wagner, uno de los arquitectos del Ringstrasse, promovió un urbanismo moderno. Maquetas, dibujos y reconstrucciones de sus proyectos nos muestran su deseo de dignificar la tecnología, el mundo del negocio y del comercio. “Para poder adaptarse al hombre contemporáneo”, afirma Wagner, “toda creación moderna debe corresponder a los nuevos materiales y a las exigencias del presente. Ella debe mostrar cómo razonamos de manera justa, cómo somos mejores, democráticos y seguros de nosotros mismos. Debe tener en cuenta las adquisiciones colosales de la técnica y de las ciencias y la orientación práctica del hombre moderno”. Wagner introduce nuevos elementos como el aluminio, integra el hierro y el vidrio en ornamentaciones coloridas y geométricas y al mismo tiempo mantiene la cultura conservadora del Ringstrasse.

Las siguientes salas revelan las rupturas ideológicas y artísticas que se suceden entre 1896-1906. Movimientos de descontento popular frente al Imperio de los Habsburgo sacudieron a la Viena de finales de siglo. Surge la socialdemocracia de Victor Adler al igual que los nacionalistas de derecha de Georg von Schöneres y los socialcristianos de Karl Lueger, quienes azuzaron el antisemitismo y llevaron a cabo represalias contra los judíos, considerados como culpables de la crisis. Frente al antisemitismo militante apareció el sionismo de Teodoro Herzl, quien preconizó en 1896 la creación de un Estado judío, posiblemente en el Medio Oriente, para garantizar la libertad a la existencia del pueblo judío. Al reflexionar sobre este problema, dice el científico Arthur Schnitzler: “Aquí se está hablando demasiado del judaísmo y del antisemitismo, para algunos, más de lo que exige el buen gusto y la justicia. Pero en esa época… no era posible, sobre todo para un judío, con un rol en la vida pública, olvidar que era judío. Los otros no lo olvidaron, tampoco los cristianos y menos aún los judíos mismos”.

La entrada de Viena al siglo XX vino acompañada por nuevas tendencias intelectuales y artísticas. Freud reveló el inconsciente, el mundo oculto del hombre que permitió analizar el malestar del individuo dentro de la sociedad. La influencia de Freud aparece en algunas obras de Gustav Klimt y Egon Shiele.  En 1897, en reacción al academicismo, un grupo de diferentes tendencias formaron la “Secesión”, vinculado al Jugenstil de Berlín. Sus actividades permanecieron clandestinas durante un tiempo. El esfuerzo del grupo por limpiar y suprimir la ornamentación, inició un nuevo barroquismo exagerado que fue llevado a la pintura por Klimt  y a la arquitectura por Wagner y Loos. La revista Vers Sacrum (Primavera Sagrada) representó la concepción artística de la obra total de la “Secesión”. En ella se publicaron textos sobre problemas teóricos, discusiones polémicas, poemas de Jung-Wien (Joven Viena), fragmentos de partituras musicales, etc. En 1901 el diseñador Kolo Moser introdujo el cuadro como elemento decorativo fundamental en el grafismo y privilegió la superficie y no el volumen. Con Vers Sacrum colaboraron Klimt, Kokoschka, Moser y Rilke entre otros. El arte del libro de Viena permitió el desarrollo del afiche y postales y se sentó la base del nuevo arte.

La sala dedicada a Gustav Klimt, con sus 25 cuadros y grupos de dibujos, conforma prácticamente una retrospectiva de sus 35 años de trabajo. La mujer, tema central de su obra, es símbolo alegoría o el reflejo mismo del inconsciente humano. El cuerpo femenino para Klimt es el misterio y la sensualidad del cual brota la vida emotiva.

El busto de Gustav Mahler de Rodin domina la sala dedicada a la Opera de Viena. Están expuestas las maquetas de Alfred Roller para Tristán e Isolda y Don Giovanni, junto con las marionetas de Richard Teshner, cercanas a la tradición orientalista.

Una serie de grandes cuadros expresionistas firmados por Arnold Schönberg nos revelan el talento plástico de este gran músico. Varios autorretratos muestran la angustia y la fragmentación del mundo en que vivió. Schönberg creó un nuevo orden sonoro, a partir de esta fragmentación y de la disolución de la armonía clásica, a favor de un poder autónomo de la disonancia. “A menudo nos sucede”, afirma, “que cuando disociamos los elementos ya no somos capaces de volver a unirlos exactamente y entonces hemos perdido lo que antes poseíamos: el conjunto con todos sus detalles y su alma”.

Los muebles y objetos decorativos ocupan una gran sala. A través de ellos podemos vislumbrar la influencia y penetración del arte en la vida del vienés. El arquitecto Joseph Hoffmann, principal miembro de la “Secesión”, junto con el diseñador Kolo Moser y el industrial Fran Waerndorfer, fundaron en 1903 la Wiener Werkstatte. Su objetivo era darle un lugar de preferencia al artesano frente a la máquina y al arte, “dándole al trabajador la alegría de la creación y los medios de una existencia decente”.  Cristalería, objetos de decoración, algunos vestidos y zapatos nos dan el tono que marcó la forma de vida durante estos años.

El expresionismo austríaco alcanzó su máxima manifestación en Oscar Kokoschka, quien rompió con el ideal de belleza de la “Secesión”. Lo grotesco y el grito de su época brotan en los rostros de sus personajes. “Mis primeros retratos”, explica, “nacen en Viena antes de la primera guerra mundial. La gente vivía en la seguridad. Sin embargo, todos ellos se mantenían amedrentados. Lo percibí en su cultivada forma de vivir, que derivaba del Barroco. Los pinté en su ansiedad y sufrimiento”. Su relación con Alma Mahler influyó enormemente su obra. Obsesionado por el rostro de Alma, lo fue dibujando una y otra vez en sus cuadros. El sueño que quiso construir con ella se desmoronó en pinceladas adoloridas, pero con los años y la distancia se convirtió en el gran amor para que “…podamos decir al mundo lo que nosotros dos hemos hecho de nosotros y contra nosotros, y podamos transmitir a la posteridad la embajada viva de nuestro amor… nadie excepto este amante tuyo, al que un día consagraste tus reconditeces, te conoce. Recuerda que ese juego del amor es el único hijo que tenemos…” (Carta de Oscar Kokoschka a Alma Mahler.1949).

Tras el asesinato del heredero al trono, en Sarajevo, explota la primera guerra mundial. La prensa vienesa participó en la campaña de propaganda pro-bélica. Karl Kraus lo denunció en su obra Los Últimos Días de la Humanidad. Dibujos y recortes de prensa expresan el miedo al apocalipsis que vivió Austria en esos años. Después de la guerra hasta 1934, los movimientos obreros y sindicales comenzaron a exigir su autodeterminación. En 1918 se proclamó la República de Austria. Los socialdemócratas tomaron el poder y lanzaron un proyecto de socialismo municipal. A partir de este momento a la capital de Austria se le llamó “Viena la Roja”.

Un afán de reconstrucción invadió a los artistas y filósofos. Los protagonistas del movimiento constructivista impusieron su deseo de universalidad. El modelo científico dominó los años 30 mientras que políticamente surgió un régimen autoritario y conservador. Las amenazas totalitarias, anunciadas en 1880, se vieron plasmadas en 1934 con la llegada al poder en Alemania de Adolf Hitler. El 14 de marzo de 1938, Hitler entró en Viena y proclamó el Anschluss. Alemania anexó a Austria. La gran colonia judía de Viena tuvo que escoger entre el exilio o los campos de concentración.

“Viena: Nacimiento de un siglo” cierra con el Danubio Azul de Strauss y las fotos de toda la “intelligentsia” vienesa que escogió el exilio. Wilhelm Reich, Sigmund Freud, Theodor Reik, Bruno Bettelheim, Ludwig  Wittgenstein, Karl Popper, Herman Broch, Robert Musil, Josef Roth, Elías Canetti, Vicky Braum, Otto Bauer, Stefan Zweig, Franz Werfel, Alma Mahler, Alexander von Zemolinsky, Arnold Schönberg, Josef Frank, Richard Neutra, Oscar Kokoschka, Ferdinand Porshe, Georg Pabst, Billy Wilder, Joseph von Stemberg, Fritz Lang y Otto Preminger, quien acaba de morir en Nueva York el 23 de abril de este año. Este vienés, junto con otros, fue uno de los cineastas más importantes de Hollywood.

Viena fue ensombreciéndose. Los cafés, teatros y librería fueron cerrados a medida que la “intelligentsia” vienesa emigraba hacia nuevas tierras. Esta ciudad, seno de una cultura cosmopolita y tolerante, fue ocupada por el obscurantismo y odio primitivo del totalitarismo.

Las citas están tomadas directamente del Catálogo de la Exposición, de Schönberg; Inocente Palacios (Armitano Edit., Caracas, 1980) y de Mi Vida: Alma Mahler-Werfel (Tusquets Edit., Barcelona, 1985).

Viena, nacimiento de un siglo: Una exposición para la historia
Caja Postal de Ahorros de Viena, construida entre 1904 y 1906 por Otto Wagner.
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