Fidel Castro. Foto de Jesse Fernandez Cuartel General del PDKI, Kurdistán iraquí, 1985. © Carol Prunhuber

Kurdistán: Una guerra contra las fronteras

Magazine El Diario de Caracas, 25 de mayo de 1986.

 

Cuando se nombra una tierra siempre surgen ecos de alguna memoria soterrada, de un imperio olvidado o de un héroe deificado que ha perdido su lugar entre los linderos del alma, porque los mapas se han convertido en fronteras políticas.

Cuando se habla del Kurdistán se piensa en guerreros feroces, en nómadas imprecisos en alguna parte del Medio Oriente. Casi un nombre legendario e irreal, el Kurdistán, hoy día continúa su guerra en medio del conflicto del golfo.

Los kurdos son un pueblo de 20 millones de habitantes divididos entre 4 países: Turquía, Irán, Irak y Siria, (en URSS viven 250.000).  Son los llamados “hijos de los Medas”, guardianes del tempo de Zarathustra, descendientes del “feroz Saladino”, defensor de las cruzadas islámicas, considerado por muchos como un traidor a la nación kurda. Esto explica por qué en el Kurdistán central la conquista árabe duró 300 años gracias a los “matadores de apóstoles” kurdos, que defendían su tierra del invasor árabe.

Con un territorio de alrededor de 500.000 km2, su situación geopolítica entre las montañas del Medio Oriente (que incluyen la Mesopotamia, la antigua Persia, el Transcaúcaso y Anatolia) es de gran importancia estratégica. También la riqueza de sus tierras y sobre todo el petróleo han hecho de esta región un blanco para los intereses internacionales y provocado la división entre los diferentes estados que hoy en día la ocupan.

La historia de este pueblo ha registrado innumerables invasiones que van desde los greco-romanos, los armenios, los rusos, los persas y los árabes. Después de la Primera Guerra Mundial los aliados comenzaron a dividirse el Medio Oriente de la siguiente forma:  Siria y Líbano llamado la “zona azul”, quedan bajo la tutela francesa, Palestina, “zona marrón” queda en manos de Gran Bretaña y Mesopotamia queda en espera de futuras negociaciones. Bajo esta situación los kurdos piden su independencia. Según el Tratado de Sevres firmado en 1920 entre el Imperio Otomano y los aliados, se les da el derecho de autonomía y la posibilidad si lo desean, de escoger la independencia. Pero ese tratado firmado por el sultán otomano, despojado de poder y bajo el creciente movimiento kemalista de “Atartuk” en Turquía queda invalidado. Aun cuando los kurdos apoyan y combaten por la liberación nacional de Mustafá Kemal, “Atartuk”, en los años 20, no reciben, sino la represión y negación de sus reivindicaciones establecidas por el Tratado de Sevres. En 1923, “Atartuk” firma el Tratado de Lausana en el cual no se menciona el problema kurdo. Se les niega por omisión. El Kurdistán de Turquía es colocado bajo la ley marcial, el idioma prohibido y se les califica a partir de ese momento como “turcos de las montañas”.

Después de la II Guerra Mundial, en 1946, nace la primer República Kurda en Mahabad. Bajo la dirección de Qazi Mohammad, esta República se convierte en el modelo y la esperanza de la nación kurda. Un año después la República de Mahabad cae ante la invasión de las tropas del gobierno iraní. Pero ésta luego se convierte en símbolo de la democracia y autonomía kurda.

En Irak, en 1974, el general kurdo Mustafá Barzani retoma las armas contra el régimen basista iraquí. Barzani establece una alianza dependiente con el Sha de Irán contra Bagdad. Pero en 1975, Irán e Irak firman a sus espaldas el Acuerdo de Argel que sella la paz entre ambos países. Barzani al quedar sin el apoyo del Sha capitula y se retira hacia Irán. Este fracasado héroe legendario muere en 1979 en E.U.A.

En 1979, los kurdos de Irán participan en el derrocamiento del Sha. El Ayatolá Jomeini les promete la autonomía pero el líder chiíta lanza su “guerra santa” contra el pueblo kurdo en su mayoría sunita. Desde ese momento los kurdos de Irán combaten la República Islámica, dirigidas en gran parte por Abdul Rahmán Ghassemlou, secretario general del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI). Este hombre formado en Francia y Checoslovaquia es capaz de ir de la cultura occidental a su ser profundamente kurdo con una facilidad poco común. Ghassemlou, de mirada y sonrisa franca, vive entre las montañas arduas del Kurdistán con una visión amplia de su lucha y del mundo. Hábil político y diplomático, dotado para las lenguas (habla siete), pasa de la estrategia militar a la poesía kurda o persa de Khayyam o Hafiz, con una nostalgia que devela su condición de poeta y dirigente. Hombre de estado, consciente de la historia, señala que la lucha de los kurdos tiene que cambiar de rumbo pues en los últimos años sus líderes han capitulado en dos momentos importantes: 1947 (la Republica de Mahabad) y 1975 (Barzani). Con voz pausada afirma: “No nos podemos permitir una nueva capitulación, nuestra historia ahora tendrá que ser la de la resistencia hasta el final”.

A cada uno su guerra

La guerra que conduce el PDKI desde hace 6 años contra el gobierno iraní ha pasado por diferentes etapas. Hasta 1980, el PDKI ocupaba las ciudades, pero ante los ataques iraníes, que causaron grandes pérdidas en la población civil y el bloqueo económico impuesto por el Ayatolá Jomeini, éstos deciden retirarse hacia las montañas. Durante tres años mantuvieron bajo su control las “zonas liberadas”. Luego añade el secretario general, cambiamos de táctica, pasamos de la guerra frontal a la guerra de guerrillas”. Aun cuando hoy en dia estamos en el punto más bajo de nuestras acciones militares estamos preparados para una nueva ofensiva. Esta vez será definitiva la liberación de ciertas regiones pues ahora tenemos una organización política sólida”.
Esta estrategia de guerrillas explica por qué el PDKI ha cambiado varias veces de cuartel general. Actualmente se encuentra en la frontera del Kurdistán iraquí con Irán. Comprende 15 kilómetros de la llamada “tierra de nadie” o “zona prohibida” considerada así desde la capitulación de Barzani en 1975, pues esta región estuvo bajo su control. Las buenas relaciones con el gobierno de Sadam Husein le han permitido instalarse en esta franja de la frontera irano-iraquí desde hace un año. “Nuestras relaciones con Irak no nos plantea ningún problema, afirma Ghassemlou, ambos tenemos un enemigo común, por razones diferentes. Pero estamos del mismo lado de la barricada, nosotros al interior del Irán, ellos al exterior. Ellos hacen su guerra nosotros la nuestra. A cada uno su guerra”.
Pero el PDKI también mantiene buenas relaciones con la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), dirigida por Jalal Talabani, movimiento más importante dela resistencia armada kurda iraquí, quien continúa una guerra feroz contra el régimen de Hussein. Al respecto Ghassemlou añade: “Nosotros sostenemos los movimientos de liberación nacional como el de Nicaragua, el eritreo y tenemos el derecho legítimo de hacer lo mismo con el UPK, pero no intervenimos en sus asuntos internos”.
Paralelamente, los hermanos Barzar, que dirigen el Partido Democrático del Kurdistán Irak (PDK-Irak), han seguido los pasos de su padre que consideró que la lucha contra el gobierno local, el suyo, era más importante que el interés común de la causa kurda. Aliados con Khomeiny, han aceptado pelear juntos a los “pasdaran” (guardianes de la revolución islámica) contra los kurdos de Irán, como lo hizo el general Barzani en los años 70 con el Sha.
La guerra Irán-Irak que acaba de cumplir 5 años, ha llevado el fuego al Kurdistán de ambas partes. Las ciudades kurdas han sido bombardeadas, cientos de familias han tenido que refugiarse en las montañas. Los peshmergas (combatientes, significa literalmente, el que va delante de la muerte) del PDKI, ubicados en medio del enfrentamiento irano-iraquí, continúan atravesando sus montañas hacia su propia guerra olvidada entre el bombardeo de la otra guerra.

Zozán y Germián, una sola tierra

El Kurdistán antes se dividía en dos zonas: Zozán, tierra fría y Germián, tierra caliente. Hoy día, para los peshmergascuenta solamente esa frontera. Arabanú blanco y negro en la cabeza, pantalones anchos, cinturón de tela en torno a la cintura, kalachnikov en bandolera y canana al torso, así van a la guerra los peshmergas. Van a relevar las tropas del sur ya fatigadas de tanto combate.

Camino al Kurdistán iraní los peshmergas se detienen en el baazar de “Miravah”. Aquí se encuentran los contrabandistas de Irán e Irak, quienes con esta actividad aseguran la continuidad del comercio de ambos países. De Irak llega el arroz, el té y el aceite y de Irán los pistachos, jabones, tapices y samovares. La guerra no los detiene. Cientos de mulas cargadas con mercancía cruzan las líneas de fuego para llegar a estas tiendas que bordean el río. Aquí los hombres conversan, beben té, comen kebab, juegan a las cartas o discuten. La mezcla de comerciantes y peshmergas reunidos en un solo lugar revela una complicidad que va más allá de cualquier regla o ley impuesta. Aquí la historia prosigue su propio curso lejos de las querellas y guerras manipuladas.

Con la noche parten hacia las montañas. El alboroto del baazar se disipa a medida que se adentran en las sombras que anuncian la tierra fría del Kurdistán. Sólo la marcha, la respiración de las mulas y algún canto como lamento ocupa el sendero que atraviesan. Estos hombres de las montañas niegan las fronteras políticas impuestas desde afuera, pues su tierra es un estado de alma. Desafían la guerra entre Irán e Irak cuando la noche ocupa las cimas. Cruzan en medio del fuego con el mismo ritmo de sus antepasados.

Los peshmergas no le rinden culto a la muerte ni a la violencia sino a la libertad. Este sentido de la vida y la libertad se expresa en la hospitalidad inherente a este pueblo. Un kurdo nunca le pregunta a un huésped quién es a dónde va ni de dónde viene, ni cuánto tiempo se queda. Le ofrece siempre, primero, lo mejor que tiene. Por eso cuando los peshmergas pasan por los pueblos, los habitantes les ofrecen casa y comida. Así el slogan del PDKI, “Democracia para Irán, autonomía para el Kurdistán”, lo viven los combatientes y la población.

Los niños corren a la llegada de los peshmergas. Desde muy pequeños entran en contacto con las armas y aguardan la edad necesaria para participar en su lucha. Las mujeres y los niños son la resistencia pasiva que permite la transmisión de mensajes y otras acciones. Las mujeres preparan el pan de madrugada, buscan el agua en el río, trabajan en el campo y se ocupan de los hijos mientras el hombre ha partido a la guerra. Las mujeres no comparten el espacio del hombre. En silencio ven pasar a los peshmergas a quienes ofrecen su casa con una sonrisa o alguna palabra susurrada.

En los cuartos alfombrados, el dueño de casa prepara el té mientras los peshmergas descansan y escuchan la radio. Mañana estarán en otro pueblo. Y algunas semanas después regresarán al cuartel general, al otro lado de la frontera, en el Kurdistán iraquí.

La tarde va cayendo lentamente entre las montañas. Estamos del lado seco y áspero, donde el río ausente se convierte en serpiente y peñasco. Los almendros van recuperando el vuelo de los pájaros mientras el zumbido sempiterno de las moscas exige su lugar. La guerra queda del otro lado, algún eco trae la noticia: aun cuando la tarde se deja caer, siempre hay una voz, un canto, un gemido cercano al viento. La vida continúa en el cuartel general. Cartas va y vienen con los mercurios que residen en esta parte lejana del mundo. Estos mensajeros siguen cruzando las fronteras prohibidas, las noches con chacales, las madrugadas sin fuego, los senderos inventados por el continuo paso de los peshmergas.

El toc toc del pájaro carpintero llama la atención de Ghassemlou, piensa quizás es los amigos que ha ido perdiendo con los años de la guerra o en los mensajes que intenta hacer llegar al mundo. Con voz grave deja caer estas palabras: “Nosotros tenemos varias desventajas. Por principio no secuestramos ni aviones ni rehenes, no ponemos bombas en las ciudades, ni siquiera en Irán lo hacemos. Cuando uno no hace este tipo de acción nadie habla de uno. Tampoco luchamos directamente contra E.U.A. para que nos apoyen los países socialistas, ni contra la URSS para que nos apoyen los norteamericanos. Además somos kurdos, tenemos la desgracia de ser kurdos. No hay ningún gobierno que le interese materialmente ayudarnos. Por ejemplo: si usted piensa en los palestinos, los eritreos, siempre hay un gobierno que los ayuda, que tiene interés en ayudarlos. Nosotros, en cambio, estamos encerrados por nuestra situación geopolítica. De todas formas, tenemos confianza en nuestro futuro porque luchamos por una causa justa. Tenemos el apoyo de nuestro pueblo y las montañas, nuestras mejores amigas, nos están protegiendo”.

Carol Prunhuber

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